Volamos en American Airlines el día 30 de noviembre hacia San José (Costa Rica), en el vuelo de las 11:30, con parada de tránsito en Miami. No tenemos ningún problema con el peso del equipaje, a pesar de los equipos de buceo. Amenizamos el viaje con partidas de backgammon, pero el viaje se hace cansado: 10 horas a Miami (pasando casi por Terranova), cuatro horas de espera en Miami, donde la organización deja mucho que desear y 3 horas hasta San José. En el aeropuerto, cuya terminal de llegadas es nueva y bastante impresionante, nos esperaba el coche de Costa Rica Expeditions, con un guía incluido, para amenizarnos el trayecto hasta el hotel Britannia***, en la Calle 3, entre las Avenidas 9 y 11. El ambiente en San José nos resultó muy húmedo. Gracias a la diferencia horaria con España, de 7 horas (6 con Miami y una más a Costa Rica), eran sólo eso de la 10 cuando llegamos, pero nuestros cuerpos nos decían que eran las 5 de la mañana y que nos habíamos levantado a las 7, por lo que nos fuimos a dormir directamente.
Al día siguiente teníamos el viaje a Corcovado, con un vuelo que salía a eso de las 8:30, por lo que tuvimos que levantarnos temprano y desayunar a las 6:30. Dejamos las maletas en el hotel y nos llevamos un equipaje mínimo, ya que en el vuelo estábamos limitados a 25 libras por persona (unos 12 kg.).
El equipaje ideal para Corcovado sería:
Las estaciones son más o menos:
Ene | Feb | Mar | Abr | May | Jun | Jul | Ago | Sep | Oct | Nov | Dic | |
Lluvias | Inicio | Fin | ||||||||||
Estaciones | VERANO | INVIERNO |
El vuelo en Cessna lleva cosa de una hora, tras el pesado de equipaje y pasajeros. Nos acompaña Felipe, un guía del parque que vuelve de unas vacaciones con una tabla de surf, deporte que se puede practicar debido al tamaño de las olas, lo que a su vez hace peligroso el baño, sobre todo en marea alta. Volamos a unos 7500 pies (San José está ya a unos 1200 m. de altura sobre el nivel del mar). El trayecto es impresionante. En su hora aproximada de duración, se vislumbran las grandes extensiones de bosque tropical, las montañas, las nubes que cubren casi continuamente grandes extensiones del país, el mar, los ríos que serpentean abundantes y que nunca son suficientes para desalojar tanta agua como cae a diario y la propia península de Ossa donde se encuentra el parque y que cuenta con frondosa vegetación salvo un gran claro en torno a una laguna. La pista de aterrizaje está paralela a la playa y es de gravilla y tierra. Un orero local se dedica a cortar las hierbas y hacerla transitable.
La pista y una pulpería constituyen, a ojos vista, lo que parece ser todo el pueblo de Carate. En la pulpería se comercia con los oreros provisiones y bebidas a cambio del oro que consiguen extraer de la arena negra. Hace tiempo, las compañías mineras extraían el oro de estas tierras, pero desde que se les prohibió continuar su explotación debido a la calificación como Parque, sólo los oreros continúan con esta labor. Nos cuentan que al anterior propietario lo mataron unos oreros por aprovecharse de ellos en los precios, ya que su actividad es ilegal.
Hasta Carate llega la carretera, que por tal se conoce una pista forestal que viene de Puerto Jiménez y que, en su recorrido, cruza varios torrentes que hay que vadear, y que son intransitables cuando las lluvias arrecian. Hasta aquí llegan las busetas de transporte, en las que se puede hacer el trayecto desde San José, si el tiempo lo permite, en unas 14 horas. En coche, este tiempo se puede reducir, con suerte, a unas 8 horas.
En Carate nos está esperando Eduardo, otro guía, y manager en funciones en ausencia de Eric. También nos espera un carro tirado por una mula y su cochero, cuyo nombre no recuerdo (Braulio o algo así). El camino hasta el campamento es de unos 40 minutos y, durante el mismo, vemos zopilotes (buitres) de cara roja y de cara negra. Son fácilmente distinguibles por las manchas blancas que los de cara negra tienen cerca del extremo de la parte inferior de las alas. También hay una especie más rara y grande, el zopilote rey, que es totalmente blanco por abajo. También pasan alborotanto unas lapas, o loras, más conocidas en España por papagayos, unas fragatas y decenas de pelícanos. Por la playa, pululan miles de cangrejos ermitaños.
En el campamento, nos asignan una tienda, nos dejan un poco de tiempo para organizarnos y, más tarde, en el comedor, nos explican el funcionamiento de todo:
Nos planteamos intentar al día siguiente ir a Sirena, y hacer el último día el río Madrigal y la excursión a caballo. Ese día por la tarde empezaríamos con el Loop Trail. Durante la explicación, vemos asombrados un mono de cara blanca bajando de una palmera del campamento. Al poco rato, creemos verlo subir de nuevo, hasta que nos damos cuenta de que esta vez es una iguana.
De camarero se encuentra Michi, muy simpático. Casi todos los demás están de vacaciones, antes de la avalancha de gente la segunda quincena de diciembre y meses de "verano". No nos presentan a las cocineras ni personal de mantenimiento.
Comemos una sabrosa comida, a base de arroz, frijoles, ensalada, verduras y carne, pescado o pollo. Mientras mis compañeros duermen la siesta, me doy una vuelta, y veo dos guacamayos alimentándose de un almendro. ¡Hay que ver la fuerza que tienen en los picos!
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