Domingo, 3 de diciembre

Amanece lloviendo. Aunque por la noche no ha llovido mucho, el cielo está encapotado. Teníamos pensado volver a intentar ir a Sirena pero no hay muchas esperanzas. Aún así, a eso de las 8 decidimos intentarlo e ir a Carate. Nos preparan un box lunch y partimos por la playa. Vadeamos varios riachuelos y vemos algún mono y algunos halcones. Al llegar a río Carate, Javier se vuelve: no qquiere mojarse los pies. Cruzamos el río (Paz a caballito de Eduardo) y vemos la avioneta aterrizar. Me pongo las botas y me alargo los pantalones. Nos han dicho que en Sirena hay multitud de mosquitos. Nos hacemos varias fotos junto al avión, mientras esperamos a ver cómo evoluciona el tiempo en Sirena. Sien embargo, el tiempo empeora y rompe a llover.

La avioneta vuelve de regreso a Puerto Jiménez y reemprendemos el regreso, cruzando el río en el carro y haciendo la ruta paralela a la playa. Justo al principio, encontramos unas vértebras de tiburón, quizá los restos de un tiburón pescado y abandonado allí. Llueve cada vez más fuerte y empezamos a empaparnos. Nuestras cosas van en el carro, y sólo llevo el chubasquero, el gorro, la cámara y los prismáticos. Al rato, mi chubasquero cala y las botas empiezan a enchascarse. Paz, con las botas de goma, tiene más agua dentro que fuera, y Steve va en bañador y sandalias, probablemente la mejor indumentaria... Eduardo va en camiseta, completamente empapadon por la cortina de agua, pero va explicándonos las características de la zona, de bosque secundario, con especies traídas por los mineros que extraían oro de la zona, como si no lloviera. El camino es bonito, con mucho frutal. La senda está encharcada, y los calificativos de lluvia se nos van quedando pequeños. Cruzamos saltando varios arroyos. A algunos les vamos dando nombre: Arroyo nuevo, Steve's, Arroyo de Isidro, de Paz... pues surgen de la nada cuando llueve y ahora llovía a modo.

Salimos finalmente a la playa, y vemos algunos huevos de tortuga enteros, que el agua ha descubierto. La puesta de tortuga verde se hace de noviembre a enero y los huevos eclosionan a los dos meses. Sólo uno de cada 100 logrará llegar a la madurez. Los huevos son del tamaño y forma de pelotas de ping-pong.

Cuando llegamos a un arroyo crecido, vemos a una pareja intentando atravesarlo por una parte donde había grandes guijarros. Eduardo les llama con un silbato y les hace volver atrás. Pasamos formando una cadena humana, agarrados de los antebrazos, por una zona donde el río es más ancho y la corriente es algo más débil. La técnica consiste en no intentar luchar contra la corriente, sino dejarse llevar un poco por ella. Ya ni me molesto en pensar en las botas y me meto con ellas. La tormenta arrecia y caen varios rayos en las cercanías, alguno a menos de 300m. Paz pregunta: ¿somo pararrayos andantes? Eduardo asiente resignado. Llegamos al campamento completamente empapados. Ya sabemos por qué se llama bosque lluvioso. Y eso que estamos en la temporada seca... Vemos peligrar el regreso del día siguiente.

Por la tarde, salimos a rescatar otros huevos de tortuga descubiertos por la riada. Localizamos el nido, desenterrado por la riada, y Felipe mide la profundidad y cava otro hoyo de la misma, mientras los demás, Steve, Paz y yo, trasladamos los huevos de su anterior ubicación (y alrededores) al nuevo emplazamiento.

Unos meses más tarde, recibo noticias de Felipe:

       Me da muchísimo placer contarte que el otro día mientras caminaba por la playa de noche me topé con unas tortuguitas diminutas que luchaban incansablemente por salir de sus nidos y alcanzar el mar. Las estuve viendo por largo rato hasta que la última logró su cometido. El camino hacia la madurez es largo y paligroso y posiblemente menos de 1% de ellas lo va a lograr, pero para mi fué valioso presenciar que todas pudieron vencer esa primera prueba, de las muchas que les pondrá la vida enfrente, con éxito. En realidad no sé si son las mismas que nosotros reubicamos, pero no importa. Como te dije aquel día, si tan solo una de esas tortugas logra eclosionar, si logra salir del nido y llegar al mar, entonces nosotros habremos puesto nuestro granito de arena de oro para ayudar en la lucha de estos magníficos animales por perpetuar su especie. Ahora imaginate que esa tortuga tenga la suerte de sobrevivir y llegar a la madurez y eventualmente reproducirse y procrear. Las probabilidades son bajas pero se vale soñar.
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